Los secretos detrás de este modelo que empezó a gestarse en la década del 60 y que, hoy, se alza casi como un caso de estudio en la escena global.
Con una población de alrededor de 5,4 millones de habitantes y un PBI per cápita de más de US$ 72.000, Singapur es uno de los países más ricos del mundo. Esta ubicado en el sudeste asiático, con una economía próspera, una arquitectura innovadora y un mercado inmobiliario en constante evolución, donde la tecnología y la sostenibilidad ocupan un rol relevante. Recientemente, los precios de la vivienda experimentaron un crecimiento significativo, con un aumento del 14% en tasa interanual según los datos del tercer trimestre del 2022 de Knight Frank.
Y las proyecciones son optimistas: de acuerdo a un informe de Mordor Intelligence, se prevé que el mercado de real estate de Singapur registre una Tasa de Crecimiento Anual Compuesta (CAGR) de más del 3,2% de acá a 2027. En tanto, para Bloomberg Intelligence los alquileres privados aumentarán entre 10% y 15% este año, impulsados por la recuperación económica, y se construirán más de 18.000 unidades residenciales privadas, poco más del doble de la cantidad de unidades construidas en 2022.
Gran parte de lo que hoy es Singapur se debe a la planificación urbana liderada por su entonces primer ministro Lee Kuan Yew, quien en la década del 60 comenzó a llevar adelante un ambicioso plan de construcción residencial (hoy, más del 80% de la población vive en viviendas públicas, HDB), con una fuerte política medioambiental que hasta le ha valido el apodo de “ciudad jardín”.
En la actualidad, esta pequeña ciudad-estado insular de poco más de 728 kilómetros cuadrados se convirtió en un modelo global gracias a su apoyo a la tecnología y sostenibilidad en el sector inmobiliario, especialmente en áreas como la construcción sostenible y la gestión energética.
¿Cuáles fueron sus claves? Por un lado, la fuerte inversión en tecnología y en la digitalización de sus sistemas de infraestructura. Esto impulsó una mayor eficiencia en la planificación y construcción de edificios, reduciendo costos e impacto ambiental.
Por ejemplo, muchos de sus edificios cuentan con sensores que regulan la temperatura y la iluminación en función de la presencia de personas, disminuyendo significativamente el consumo de energía y los costos de mantenimiento. También, se desarrollaron sistemas de aire acondicionado que utilizan energía solar y tecnología de enfriamiento de agua de mar, y el uso de paneles solares, ladrillos ecológicos y vidrio inteligente es muy habitual.
Singapur fue pionero en la utilización de diseños innovadores para maximizar la eficiencia energética y minimizar el impacto ambiental de los edificios. Por ejemplo, el Marina Bay Sands, un complejo de 3 torres, cuenta con un sistema de recolección y reutilización de agua de lluvia para riego y mantenimiento.
Además, es clave destacar el sistema de certificación voluntario para edificios verdes y sostenibles Green Mark Scheme. Los edificios que cumplen con esta certificación reciben una calificación de uno a cinco estrellas, según su nivel de sostenibilidad.
Todo esto es parte de un enfoque integral a largo plazo, que impulsa también los espacios verdes, como parques y jardines verticales, para mejorar la calidad del aire y reducir la huella de carbono. De hecho, Singapur anunció su objetivo de alcanzar la neutralidad de carbono para 2050 y tiene planes para desarrollar el hidrógeno con bajas emisiones de carbono como principal fuente de energía a largo plazo.
En suma, por sus diversas políticas y programas para promover la construcción de edificios verdes y sostenibles, Singapur es un caso interesante para tener en el radar.