El movimiento que propone poner la vida de las personas en el centro de las decisiones urbanas encontró en la capital austríaca su epicentro de desarrollo. Otras ciudades siguen la misma dirección. De qué se trata.
De hace unos años a esta parte, comenzó a ganar espacio en la agenda el urbanismo feminista. Esta teoría se vincula a un movimiento social que analiza cómo impacta el ambiente construido, como el trazado de las ciudades, en las relaciones, oportunidades, movilidad y actividades diarias de las mujeres.
El urbanismo con perspectiva de género parte de la base de que la planificación de las ciudades no es neutra, y que estas se diseñaron a partir de los valores de una sociedad comandada y pensada por una mayoría masculina. “Frente a esto, el urbanismo feminista propone poner la vida de las personas en el centro de las decisiones urbanas”, detallan desde Col·lectiu Punt 6, el colectivo de origen catalán formado por arquitectas, sociólogas y urbanistas de diversos procedencias, que publicó el libro Urbanismo feminista. Por una transformación radical de los espacios de vida (2019).
El “urbanismo feminista plantea que el centro de nuestra organización social y hábitat debe estar en la reproducción de la vida. Ello implica centrar la llamada ‘funcionalidad’ en cuestiones como educación, salud, alimentación y cuidado del planeta desde lo colectivo. Se habla de proximidad espacial, de escala humana, de recobrar el sentido de la comunidad y el sentido de trabajar para el beneficio común”, explica Maricarmen Tapia, arquitecta y doctora en urbanismo por la Universitat Politècnica de Catalunya, a través de un artículo publicado en Crítica Urbana, la revista gallega de estudios urbanos y territoriales que dirige. Y agrega: “Esto implica nuevas lógicas de estructuración espacial, de usos y zonificaciones en los que la distancia y el tiempo importan cuando se trata de satisfacer nuestras necesidades”.
Por tanto, “el urbanismo feminista incorpora la diversidad de experiencias de las personas y considera que sus necesidades son esenciales para introducir en cualquier proceso y proyecto urbanístico. Esta información se debe introducir a través de la participación comunitaria”, añaden desde Col·lectiu Punt6.
El caso vienés
Con una población de poco más de 1,8 millones de personas y el acervo artístico e intelectual legado por personalidades de peso como Amadeus Mozart, Ludwing van Beethoven y Sigmund Freud, Viena se convirtió en un ejemplo paradigmático de ciudad con perspectiva de género.
La capital austríaca, en especial en el distrito de Mariahilfer, lleva poco más de dos décadas planificando espacios públicos que sean más inclusivos, priorizando las cuestiones de género en el diseño urbano.
En este sentido, el gobierno municipal (que cuenta, asimismo, con una Oficina de Mujeres de la Ciudad) implementó un programa enfocado en la diversidad de la población vienesa, a través de acciones destinadas a mejorar la seguridad (mayor alumbrado público), la movilidad (ensanchó pavimentos, colocó rampas en las intersecciones) y la socialización (instaló bancos en la vía pública para facilitar las conversaciones), entre más de 60 proyectos con perspectiva de género que lleva implementados.
También, se agregaron caminos y lugares para actividades (como canchas de voley y bádminton, además de las canchitas de fútbol) en las plazas y parques para incentivar que más niñas usen los espacios públicos y se construyeron complejos de viviendas sociales y subsidiadas diseñados por y para mujeres. En este sentido, con espacios al aire libre para que los niños puedan jugar, con un jardín de infantes y hasta con personal de salud, además de ofrecer buena conexión de transporte público para facilitar el acceso a las escuelas.
Pero los cambios no se hicieron de la noche a la mañana. Fue a principios de los años 90 cuando la ciudad encaró varias investigaciones que buscaban analizar cómo vivían, qué uso del espacio público hacían y de qué forma se movilizaban las personas que residían en Viena. Uno de los estudios encontró, por ejemplo, que era más frecuente que los hombres fueran de su hogar hacia el trabajo y a la inversa, mientras que las rutinas de las mujeres tendían a incluir más puntos de visitas: escuelas, centros médicos, negocios y hogares de familiares a quienes debían brindar algún tipo de asistencia.
Estos resultados impulsaron a la ciudad a reenfocar su mirada y a cambiar el eje de su planificación urbana, pasando a priorizar la facilidad de movimiento, la accesibilidad y la seguridad.
Hoy, son varias las ciudades europeas, sobre todo, las que comenzaron a incorporar la perspectiva de género en el diseño urbano. Entre ellas, se encuentran Barcelona, Berlín, Copenhague y Estocolmo.