Las denominadas smart cities despliegan tecnología para mejorar sus servicios y construir un entorno más sustentable para sus habitantes. Cuáles son las líderes en la materia
De la mano de las posibilidades que ofrecen la revolución tecnológica y la conectividad, las ciudades inteligentes van abriéndose paso como un adelanto (cada vez más real) de un futuro que ya llegó. Las denominadas smart cities (por su definición en inglés) son aquellas ciudades que se apalancan en la tecnología para construir una gestión sustentable y que ofrecen a sus ciudadanos servicios de primer nivel para construir un ambiente urbano con mejor calidad de vida.
Los criterios para considerar a una ciudad como “inteligente” se basan en su planificación urbana y el uso que dicha urbe hace de las posibilidades tecnológicas para gestionar los residuos, mejorar la movilidad, potenciar el entorno social y reducir el consumo energético, con la mira puesta en la sustentabilidad y en el diseño de espacios pensados para el bienestar de sus habitantes.
De acuerdo con un índice elaborado por el IESE de la Universidad de Navarra (España) denominado Cities In Motion, Londres, Nueva York, París, Tokio y Reikiavik son consideradas hoy las ciudades más inteligentes del mundo por sus diferentes iniciativas relacionadas con el transporte, la conectividad, el cuidado ambiental y el nivel de sus servicios.
Londres, la número uno del ranking, desplegó en los últimos tiempos políticas que la llevaron a la cima. La capital británica lanzó el proyecto Smarter London Together, su plan maestro para transformarse en la ciudad más inteligente del mundo, y trabaja hoy en todas las dimensiones para mejorar la calidad de vida de sus habitantes. Además de las medidas tendientes a la reducción de la huella de carbono y el uso de energía renovable, en Londres el transporte público por trenes y subtes ofrece la mejor conectividad y puede pagarse directamente con tarjeta de crédito o débito contactless sin necesidad de sacar tickets, como muestra de la última tecnología aplicada para facilitar la movilidad. Pero no es el único medio a disposición en la ciudad para moverse con comodidad: un nutrido sistema de bicicletas compartidas, scooters eléctricos y monopatines contribuye a ampliar la oferta para la micromovilidad de manera amigable con el medioambiente. La planificación apunta a que esa red de transporte público le permita a la gente ir de un punto a otro de la manera más sencilla.
Otra de las características actuales que hacen hoy de Londres una ciudad inteligente y sostenible es la limitación para la circulación de automóviles a combustión en diferentes zonas, clasificadas de baja emisión y muy baja emisión, con el propósito de desincentivar el uso de vehículos que contaminan. Es una política que están adoptando muchas ciudades europeas para acelerar la adopción de los autos eléctricos y cumplir con los objetivos de reducción de la huella de carbono de las Naciones Unidas.
Nueva York también apela a la tecnología para mejorar sus servicios, con iniciativas como un sistema de lectura automática de los medidores de agua para regular el consumo, y contenedores inteligentes de basura que monitorean el nivel de los residuos y regulan la frecuencia de recolección, alimentados por energía solar. La principal ciudad de los Estados Unidos se fijó como meta tener cero desperdicios en la próxima década y para 2050 se propone reducir el 80% de su impacto ambiental.
Por su parte, París es otra de las ciudades pioneras en el fomento de la movilidad sustentable y trabaja en un plan para reemplazar toda la flota de autobuses de transporte público con vehículos eléctricos o a gas natural. Avanza además en la automatización de su red de subterráneos y en la incorporación de nuevas estaciones, y despliega tecnología para mejorar el flujo de tránsito en sus calles.
Pero el avance que representan las ciudades inteligentes no está limitado solo a grandes urbes como las antes mencionadas. Reikiavik, la capital de Islandia, es otro caso destacado en este momento en el mundo. Sus políticas ambientales le valieron el reconocimiento por el empleo de energía renovable (geotérmica, en este caso) y además cuenta con un sistema de transporte muy eficiente para sus autobuses urbanos mediante una app llamada Straetó. Con una flota pública de vehículos eléctricos y la búsqueda del respeto al medioambiente como norte, la ciudad quiere ser la primera en alcanzar las cero emisiones de carbono dentro de dos décadas.
La tecnología y el uso de los datos permiten hoy mejorar las condiciones de los servicios para los residentes y transformar las ciudades en un lugar más habitable y sustentable.
Las denominadas smart cities despliegan tecnología para mejorar sus servicios y construir un entorno más sustentable para sus habitantes. Cuáles son las líderes en la materia
De la mano de las posibilidades que ofrecen la revolución tecnológica y la conectividad, las ciudades inteligentes van abriéndose paso como un adelanto (cada vez más real) de un futuro que ya llegó. Las denominadas smart cities (por su definición en inglés) son aquellas ciudades que se apalancan en la tecnología para construir una gestión sustentable y que ofrecen a sus ciudadanos servicios de primer nivel para construir un ambiente urbano con mejor calidad de vida.
Los criterios para considerar a una ciudad como “inteligente” se basan en su planificación urbana y el uso que dicha urbe hace de las posibilidades tecnológicas para gestionar los residuos, mejorar la movilidad, potenciar el entorno social y reducir el consumo energético, con la mira puesta en la sustentabilidad y en el diseño de espacios pensados para el bienestar de sus habitantes.
De acuerdo con un índice elaborado por el IESE de la Universidad de Navarra (España) denominado Cities In Motion, Londres, Nueva York, París, Tokio y Reikiavik son consideradas hoy las ciudades más inteligentes del mundo por sus diferentes iniciativas relacionadas con el transporte, la conectividad, el cuidado ambiental y el nivel de sus servicios.
Londres, la número uno del ranking, desplegó en los últimos tiempos políticas que la llevaron a la cima. La capital británica lanzó el proyecto Smarter London Together, su plan maestro para transformarse en la ciudad más inteligente del mundo, y trabaja hoy en todas las dimensiones para mejorar la calidad de vida de sus habitantes. Además de las medidas tendientes a la reducción de la huella de carbono y el uso de energía renovable, en Londres el transporte público por trenes y subtes ofrece la mejor conectividad y puede pagarse directamente con tarjeta de crédito o débito contactless sin necesidad de sacar tickets, como muestra de la última tecnología aplicada para facilitar la movilidad. Pero no es el único medio a disposición en la ciudad para moverse con comodidad: un nutrido sistema de bicicletas compartidas, scooters eléctricos y monopatines contribuye a ampliar la oferta para la micromovilidad de manera amigable con el medioambiente. La planificación apunta a que esa red de transporte público le permita a la gente ir de un punto a otro de la manera más sencilla.
Otra de las características actuales que hacen hoy de Londres una ciudad inteligente y sostenible es la limitación para la circulación de automóviles a combustión en diferentes zonas, clasificadas de baja emisión y muy baja emisión, con el propósito de desincentivar el uso de vehículos que contaminan. Es una política que están adoptando muchas ciudades europeas para acelerar la adopción de los autos eléctricos y cumplir con los objetivos de reducción de la huella de carbono de las Naciones Unidas.
Nueva York también apela a la tecnología para mejorar sus servicios, con iniciativas como un sistema de lectura automática de los medidores de agua para regular el consumo, y contenedores inteligentes de basura que monitorean el nivel de los residuos y regulan la frecuencia de recolección, alimentados por energía solar. La principal ciudad de los Estados Unidos se fijó como meta tener cero desperdicios en la próxima década y para 2050 se propone reducir el 80% de su impacto ambiental.
Por su parte, París es otra de las ciudades pioneras en el fomento de la movilidad sustentable y trabaja en un plan para reemplazar toda la flota de autobuses de transporte público con vehículos eléctricos o a gas natural. Avanza además en la automatización de su red de subterráneos y en la incorporación de nuevas estaciones, y despliega tecnología para mejorar el flujo de tránsito en sus calles.
Pero el avance que representan las ciudades inteligentes no está limitado solo a grandes urbes como las antes mencionadas. Reikiavik, la capital de Islandia, es otro caso destacado en este momento en el mundo. Sus políticas ambientales le valieron el reconocimiento por el empleo de energía renovable (geotérmica, en este caso) y además cuenta con un sistema de transporte muy eficiente para sus autobuses urbanos mediante una app llamada Straetó. Con una flota pública de vehículos eléctricos y la búsqueda del respeto al medioambiente como norte, la ciudad quiere ser la primera en alcanzar las cero emisiones de carbono dentro de dos décadas.
La tecnología y el uso de los datos permiten hoy mejorar las condiciones de los servicios para los residentes y transformar las ciudades en un lugar más habitable y sustentable.